El primer macro viaje de La Picadura del Escorpión, día 1: Logroño – Le Mans

27 de Septiembre de 2010, iniciamos desde Logroño la mayor aventura, hasta la fecha, con nuestro Abarth 500, para cumplir la primera ruta alrededor de Europa, con la idea de pasar por Le Mans, Nurburgring, el museo de Guy Morenhout, y volver hasta Barcelona pasando por la carretera de las 365 curvas en Tossa de Mar.

4.560 kilómetros en total a surcar en menos de una semana completa. Y todo ello en un coche del tamaño de… un Abarth 500. Acompañándome en el asiento del copiloto iba a tener a Sergio Ruiz Rodriguez, amigo de toda la vida, y cámara y fotógrafo “por narices” para esta aventura.

¿El objetivo de semejante prueba? Demostrarnos a nosotros mismos si el 500 sirve para semejante desafío, si es cómodo para los viajes largos, pero al mismo tiempo, si da la talla cuando se enfrenta a trazados tan exigentes como el Nordschleife de Nurburgring. Y por qué no decirlo, otro de los objetivos pasaba por visitar algunos de los puntos más significativos en la historia y en el presente para la marca del escorpión.

La primera jornada del viaje iba a consistir en desplazarnos desde Logroño hasta Le Mans, con idea de visitar la parte transitable del circuito, el museo, hacer noche, y guardar fuerzas para poder continuar camino de Nurburgo.

Levantados cada uno en su respectiva casa, nos apresurábamos a preparar las maletas. Cargar un maletero con todo lo necesario para una semana fuera de casa, incluyendo ordenadores y equipos de vídeo y fotos para realizar los reportajes no es tarea fácil, así que incluyendo ropa de abrigo acabábamos por copar todo el espacio disponible y tener que recurrir a los asientos traseros como complemento ideal.

La Picadrua del Escorpión

Armado con “lo último en tecnología”, y sin navegador integrado en el Abarth, me decidí a llamar a Vodafone para activar el roaming de datos para mi HTC Magic (con Android y Google Maps) con idea de poder utilizarlo como navegador de manera tan satisfactoria como había hecho en otros muchos viajes a través de España. Menudo error…

Por si las moscas, Sergio cogía un navegador Sony que tenía desde hacía años “no vaya a ser que el móvil falle”, y para garantizarlo todo completamente, nos llevábamos también un adaptador 12-220V para poder utilizar el portatil en marcha con el consabido “pincho USB – módem” por si había que contaros algo “en directo” desde la ruta.

Con tanto aparatejo cargado ya, nos plantábamos en la gasolinera para llenar el depósito de “caldo de 98 octanos”, y revisar la presión de las ruedas. La idea era cruzar los pirineos por el norte de Navarra, a través de una nacional con mil y una curvas, cada cual más enrevesada, y luego tomar dirección a la costa atlántica e ir hacia Le Mans.

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Pero los problemas con el navegador comenzaban desde el primer momento, y durante la primera hora, el móvil era incapaz de cazar señal GPS, así que llegados a Pamplona decidía ir a lo seguro, y poner dirección San Sebastián, para cruzar los Pirineos por Bizarritz, y evitar un mal mayor, como perdernos y llegar ya tarde y bien metida la noche al hotel de Le Mans.

Y es que el trayecto era de 870 kilómetros, y según el navegador habíamos de tardar algo así como ocho horas y cuarto en cubrirlo. Teniendo en cuenta que habíamos salido a las 12 del medio día, íbamos a llegar justitos a la típica hora de cenar francesa.

El GPS del móvil empezaba a funcionar a la altura de San Sebastián, una buena noticia…

Así las cosas, nos metíamos en Francia por la autopista, y la mezcla entre hambre de las dos de la tarde, y un depósito tan pequeño como el del Abarth 500 nos aconsejaban parar en la primera área de servicio que nos encontrábamos.

Repostar allí ya suponía el primer dolor de nuestra ruta francesa: Gasolina 98 a 1,55 € el litro… El presupuesto del viaje iba a sufrir sólo por eso.

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Para alimentarnos “como Dios manda” nos comíamos unas porciones de Pizza. Pedírselas al camarero era poco menos que misión imposible, y es que he tenido ya muchas experiencias en francia, en las que siempre me sorprendo porque “nadie sabe inglés”, o al menos eso es lo que ellos dicen. No te preocupes si te toca ir, con señalar lo que quieres vale… Justo en ese momento el móvil comenzaba a dar guerra, diciendo que “no había conexión de datos”.

Guille: “uy uy uy… qué mal royo… a ver si nos vamos a quedar sin internet en el móvil…”

Sergio: “no jodas tío…”

Bueno, pagábamos las consumiciones, y la cajera se hacía un poco la “loca” con el cambio, “dejándonos a deber 20€”. Como decía que de español e inglés no sabía nada, y como nuestro francés es muy limitado (yo estudié cuatro años, Sergio cinco, y ni con esas…) acabábamos logrando que nos diera el cambio bien gracias a las caras de “me estás timando” que le poníamos a la señorita.

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Comprábamos cuatro Red Bull para hacer el viaje a partir de ahora del tirón y sin escalas hasta Le Mans, más de 500 kilómetros en un solo “stint”.

Guille: “¡Autoroute y marcha!”

Qué poco nos duraba la tranquilidad… 50 kilómetros más adelante el móvil seguía sin funcionar, y no parecía que la cosa fuera a cambiar. En un momento de brillantez mental, decido parar en un área de descanso:

Guille: “Sergio, saca tu GPS, que el móvil no funciona…”

Sergio: “Ok”

(10 minutos buscando el GPS por el coche hasta que aparece)

Sergio: “mierda, este aparato no se enciende” (dos minutos después) “mierda, qué mal se ve” (diez minutos después) “mierda, tío, no sale Le Mans en la lista de ciudades… qué cosa más rara”.

Guille: “bueno, seguimos andando, y lo vas buscando”.

(15 minutos después)

Guille: “¿no lo encuentras?”

Sergio: “no”

Guille: “¿cómo narices no va a salir?, bueno, vamos a parar y miramos el mapa de Francia general sin el zoom, y vamos acercándolo y elegimos una ciudad cercana”

Paramos el coche en otra área de descanso, Sergio quita el zoom del aparato, y…

Guille: “¡mierda tío, si no hay carreteras más al norte de España en este GPS!”

Sergio: “¡mierda!”

Guille: “¿no será que tu GPS no tiene mapas más que de España?”

Sergio: “no lo sé”

En ese momento me eché a reir a pata suelta, mientras la cara de póker de Sergio lo decía todo…

Guille: “Sergio, tío, la hemos cagado, el navegador no va, el navegador del móvil tampoco, no sabemos dónde estamos, y lo que es peor, la dirección del hotel la tengo en un email que no puedo ver porque no puedo consultar internet desde el móvil”

Sergio: “jejeje”

Guille: “Bueno, si no recuerdo mal, tiramos rectos por esta autopista, y ya aparecerá un cartel, pero aún así, en la próxima gasolinera compramos un mapa”

En fín, a estas alturas ya debes pensar que somos muy bobos, iniciando un viaje alrededor de toda Europa sin un solo mapa en el coche, confiando toda nuestra orientación a dos dispositivos de navegación que jamás habíamos probado fuera de España. Y sí, tienes razón, somos bobos…

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Sea como fuere, compramos un mapa de Europa entera en la siguiente gasolinera por 15 maravillosos euros, sin caer en que al ser tan general apenas se veían algunas ciudades, y otras directamente ni salían (eso es historia del segundo día de viaje…).

Sea como fuere, Le Mans aparecía, que eso es lo que cuenta, así que poníamos dirección hacia allí sin mayor problema. Tocaba recuperar un poco de tiempo perdido…

Y el Abarth 500 está siempre dispuesto a esas cosas. En esos instantes teníamos un consumo de 8 litros y pico cada 100 kilómetros como media, pero un tratamiento “especial” con el pie izquierdo nos conseguía volver a meter en el horario que queríamos, a cambio de subir el consumo hasta cerca de 10 litros.

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Varias cosas nos quedaban claras a esas alturas. La primera es que las Autoroute francesas de esta zona del país son muy muy aburridas. Rectas, sin curvas, sin montículos, sin subidas, sin bajadas… Los franceses son muy respetuosos con la velocidad, así que respetan constantemente los límites, y si tu vas a 140 de marcador, no haces otra cosa que adelantar.

Aburrimiento de conducción a parte, conseguíamos estar bastante enteros a lo largo de los kilómetros gracias a lo blando de los asientos (en términos relativos) en cuanto a mullido. Y es que si lleváramos los Sabelt, a estas alturas tendríamos ya la espalda rota. El asfalto de Francia no es mil veces mejor que el español, aunque no hay “sorpresas” como agujeros enormes. Como no hay curvas, no necesitas unos baquets que te agarren la espalda “a muerte”, así que en ese sentido, la comodidad de los asientos se agradece.

La rumorosidad mecánica si viajas “a lo que puede ir el coche”, se deja sentir bastante, pues el grupo de cambio va relativamente corto, y el ruido de rodadura también se escucha. Lo puedes tapar todo con el excelente equipo de audio opcional y buena música, pero aún así, hay coches más silenciosos para estos menesteres. Pero ojo, no perdamos el norte… Esto es un Abarth, y esos coches más cómodos para viajar no harían lo que este pequeñajo iba a hacer dos días después en el Nordschleife.

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Yendo rápido de verdad el consumo no se dispara, pero como el depósito no es “tamaño familiar”, te acabas teniendo que parar más de lo que quieres, y cada vez que ves el precio de la gasolina en los surtidores se te cae el alma a los pies…

Guille: “Dios, otra estafa, 1,56 el litro de gasolina 98”

Sergio: “Si lo sé, traemos garrafas”

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Entre muchas risas y muchos Red Bull, llegábamos a Poitiers, y tomábamos el desvío de la Autoroute hacia Le Mans.

Guille: “Oh, Le Mans, por fin aparece en un cartel”

Sergio: “Sí”

Guille: “Lo mismo llegamos prontito, podemos entrar en el museo y dar un paseo por la ciudad”

Sergio: “Deberíamos mirar la dirección del hotel para saber como llegar”

Guille: “Tranquilo, Le Mans no puede ser tan difícil, cuando lleguemos al pueblo preguntamos, o damos un bordeo para ver si lo encontramos”

Sergio: “Vale”

Guille: “De todas maneras, recuerdo que estaba al lado del palacio de congresos, seguro que está suficientemente indicado” (que error…)

Mientras seguíamos camino de Le Mans con mucho menos tráfico que hasta ese momento (es increíble la cantidad de coches que hay circulando constantemente por las autopistas francesas) empezábamos a reflexionar de lo caro que es circular por Francia. Cada nada acabas parando a pagar en un peaje, que encima son carísimos, y a eso has de sumar que la gasolina está carísima, más cara que casi en ningún otro país europeo.

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Kilómetro a kilómetro acabábamos aterrizando antes de la cuenta en Le Mans, sobre las siete y algo de la tarde. Todavía había un poco de luz, y había que aprovecharla para buscar el circuito… o para buscar el hotel.

Como puedes observar en el vídeo, decidimos buscar el circuito… Otro error más.

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Con error o sin error, encontrábamos al final la parte del trazado transitable por los coches “de calle”, y nos introducíamos en ella tras casi una hora perdida dando vueltas por los alrededores con el coche. Disfrutábamos entonces de la recta de Mulsanne, descubríamos la emoción de rodar en un lugar donde tantos sucesos históricos han pasado, donde tantas horas de carreras he visto, donde los coches llegaban a 400 por hora. Maisone Blanche quedaba atrás al tiempo que seguíamos iendo marcas de neumático en el asfalto.

Con la emoción recorriendo nuestros cuerpos terminábamos la vuelta, que desgraciadamente se ve de pena (es lo que tiene grabar con una cámara de noche), y llegaba a una conclusión bastante importante: Por una parte, los faros del 500 son insuficientes para divertirse “con nocturnidad y alevosía”. La opción de los Xenon es “obligada” para cualquiera que le vaya a dar uso intensivo nocturno, pues la ganancia es tal que, simple y llanamente, cuando usas los halógenos, quedas defraudado.

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La otra reflexión era la de imaginarse a los pilotos de los años 60 y 70, con apenas iluminación haciendo burradas con los Porsche 917K por semejante recta. Hoy en día las medidas de seguridad de los coches hacen que hasta el más cobarde pueda aventurarse gas a fondo por Mulsanne en un coche de carreras, pero en aquellos años en los que accidente allí significaba muerte o heridas graves… En fin, no se si decir que Pedro Rodriguez y compañía eran unos valientes, unos incoscientes, o directamente unos héroes idiotas. Idiotas por no exigir más seguridad, que se la merecían…

Con los deberes y emociones del circuito asumidos, decidíamos que era hora (20:30) de ir al hotel, cenar, descansar, y afrontar el siguiente día.

Guille: “Ok, vamos a buscar el hotel”

Entramos en la calle principal de acceso a la ciudad, superamos un hipermercado, varios sitios de comida rápida, vemos el tranvía… pero no hay un sólo cartel que indique el centro de la ciudad o el palacio de congresos. Dos vueltas más por allí y nos damos cuenta de que no sabemos por dónde entrar.

Guille: “Ok, paremos, encendamos el portatil con el pincho USB, y busquemos cómo llegar”

Sergio, raudo y veloz, abre el portátil, coloca el pincho de internet y…

Sergio: “Mierda, tío, no hay conexión de datos. No hay cobertura”

Guille: “Joder… Metámonos en el centro del pueblo este… y a ver qué pasa”

Sergio: “Mira, por dos segundos ha ido internet, más o menos el hotel está al lado del río…”

Con un plano muy general, visto desde muy lejos, de Google Maps, creemos poder aventurarnos al centro del pueblo… Si nos perdemos, ya preguntaremos… Y allá vamos, entramos por las callejuelas, y nos damos cuenta de que Le Mans no es un lugar… cómo decirte…

No es como Barcelona, las calles no son rectas, las manzanas no son cuadradas o rectangulares… Es un pueblo con crecimiento radial, con callejuelas de antes de la época de los coches… Pero se nos enciende una sonrisa en la cara al leer un cartel que indica “Palacio de congresos” (en francés, obviamente).

Lo seguimos, aunque eso implica abandonar la ruta de Google Maps… Y claro, como no podía ser de otra manera, no hay mas carteles de “Palacio de Congresos”, y nos encontramos en una calle semi-peatonal, de una sola dirección, en la que no hay un alma, ni una tienda, para preguntar cómo llegar a algún sitio.

Como en el mapa de Google Maps habíamos visto que la vía del tren pasaba cerca del río, y el hotel estaba cerca del rio, buscamos la vía del tren, y tras encontrarla la seguimos hasta lo que parece ser… ¡el río!

Ya estamos en el cruce del palacio de congresos, y sólo son las 21:30. Parece que la búsqueda a terminado, pero viene lo peor… El ordenador decide reiniciarse sin razón aparente, e internet vuelve a dejar de funcionar. Lo que no sabemos nosotros en ese momento es que estamos a 20 metros del hotel si giramos a la izquierda… Pero decidimos ir hacia la derecha.

Sin tiempo a darnos cuenta, entramos por una calle peatonal marcada con una señal (que no vemos) que pone en francés algo así como “paso exclusivo para vecinos”. El suelo es empedrado, y aparecemos en la plaza peatonal del pueblo, donde los bares tienen sillas en las terrazas (vacías, por cierto). La gente nos mira mal… no hay un solo coche por allí, y rápidamente nos damos cuenta de que en coche no se puede ir por donde estamos yendo…

Decidimos que hay que salir cuanto antes de aquel lugar, así que tomamos la primera calle que vemos, pero 50 metros más adelante está bloqueda con un pivote mecánico que sólo se baja, al parecer, con la tarjeta de residente.

Vuelta a la plaza, tomamos otra calle, y nos damos cuenta, 300 metros después de andarla, de que estamos en las mismas. La calle es muy estrecha como para dar la vuelta, así que toca subirla marcha atrás, esquivando cubos de basura, viandantes… Madre mía, qué odisea.

Volvemos a aparecer en la plaza, y la operación se repite tres veces más. A la cuarta los oriundos del pueblo que se encuentran en la plaza nos miran y señalan con mala cara. Intentamos preguntar cómo salir de allí, pero ninguno nos presta atención… Qué mal asunto.

Se me enciende la bombilla del cerebro (son las 22:00, llevo conduciendo 10 horas prácticamente seguidas) y pienso que en la zona de los pivotes habrá algún tipo de intercomunicador con el que hablar “con la autoridad competente” y explicarles nuestro problema.

Guille: “Vamos a ver si hay un interfono en uno de esos aparatos…”

Sergio: “Ok, sino, tendremos que volver por dirección contraria por la calle que entramos”

Llegamos al interfono, pulsamos el botón para hablar con un agente pero… el agente no entiende español, no entiende inglés…

Guille: “Do you speak english?”

Policía: “No”

Guille: “Spanish?”

Policía: “No”

Guille mira a Sergio con cara de desesperación: “Sergio, es tu momento de demostrar tus cinco años de estudios de francés y sacarnos de esta mierda”

Sergio: “Tío, a mi no me digas, yo no tengo ni idea… Tú no hiciste cuatro años de francés?”

Policia: “inentendibles palabras, cada vez más altas, en francés”

Guille: “Joder, pero es que no sé que decirle….”

Sergio: “Da la vuelta y cruzamos la otra calle en dirección contraria… no queda otra”

Guille: “Ok… de esta vamos a la carcel”

Echo marcha atrás, y Sergio se da cuenta de que el pivote se ha bajado y hay una luz roja y naranja parpadeando.

Sergio: “Tío, el policia ha debido abrir el pivote, pasa corriendo, corre! Corre! Corre!”

Pasamos el pivote rápidamente y alcanzamos un cruce. No sabemos a dónde ir, así que Sergio decide ir hacia la izquierda… Craso error… Dirección contraria, cuatro carriles… coches de frente…

Guille: “Por qué los franceses no ponen en los cruces señales de dirección prohibida?”

En fin, no sé muy bien cómo (o mejor dicho, no quiero acordarme muy bien cómo) acabamos aparcando en un párking público, con el corazón a mil. Apagamos el Abarth, encendimos el portátil, y rezamos unos Padres Nuestros con ganas de que internet funcionara. Gracias a Dios o a quién fuera, el sistema funcionó, y pudimos ver lo cerca que estábamos del hotel. Sólo había que hacer cuatro giros en cuatro cruces, y listo…

Tras veinte cruces, que no cuatro, y tras innumerables aventurillas más, acabábamos aterrizando en el hotel a las 23:00…

Guille: “Y yo que creía que esto iba a ser fácil de encontrar”

Tras aparcar el coche en el párking del hotel, malentendiéndonos con el recepcionista (que te lo creas o no, tampoco sabía francés) salíamos a cenar a un restaurante cercano, pensando que ya no nos darían de comer, por ser muy tarde según las costumbres locales.

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Pero no. La camarera nos atendía muy a gusto, y nos cenábamos una lasaña y unos espaguetis a la boloñesa de primera categoría.

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Con la tripa llena, y con ganas de bajar la adrenalina acumulada en el día, decidíamos brindar con un par de copas… Pero la camarera nos servía los cubatas “a la francesa”, esto es: tres cuartas partes de mi vaso eran directamente de Wisky, y apenas cabía coca cola.

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Peor era la elección de Sergio: Un Cuba Libre, que resultaba ser Ron con miel… y sin Coca Cola. La camarera me hacía repetir cubata tras caérseme el vaso cuando ya se me había acabado… Impresionante cena, por poco dinero, con buen servicio y buenos alimentos.

Y la verdad, nos venía bien que fuera así, porque el hotel que habíamos elegido era muy triste, la conexión a internet no funcionaba, las camas estaban deformadas, y todo el alicatado estaba hecho trizas. Daba hasta miedo… Y sí, también olía un poco mal… Suerte que sólo había costado 30 euros por cabeza…

Dormir tocaba, eran las 2 de la mañana, había que madrugar y llegar hasta Nurburgo al día siguiente, de un solo tirón, cruzando Luxemburgo, sin perdernos, y encontrar el hotel a la primera… Y tras la experiencia de este primer día, todo podía pasar sin navegador.

Por cierto, a esas alturas nos llegaba un mensaje de Vodafone, informándome de que mi conexión de datos roaming no funcionaría hasta las 00:00 del siguiente día… Poca ayuda, ¿verdad?

¡Seguiremos contándote la aventura en próximas entregas! ¡Espero que hayas disfrutado esta parte!

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